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No todo inicia (ni acaba) en una taza de café

Ximena G. Tercero



Amanece; las grandes ciudades no dejaron de moverse durante la noche y aunque nuestro cuerpo ya debería estar alerta, tan sólo abrir los ojos, estirar la mano para apagar el despertador y salir de la cama se siente como un suplicio. Debemos tomar una ducha, vestirnos y, si hay tiempo, desayunar algo en casa, o bien, esperar hasta llegar a nuestra tienda o cafetería de confianza para poder alimentar nuestra ya conocida adicción: el café. Unos cuantos sorbos son suficientes para por fin despertarnos y brindarnos una sensación de alivio. El vapor que exhalamos al tomar el primer trago y el calor que sentimos a lo largo de nuestro tubo gástrico nos recuerda que en efecto estamos vivos.


La organización Our Changing Climate (2019) señala en su video ensayo ambiental titulado The True Cost of Coffee que el consumo anual de tazas de café ronda los 500 billones de tazas a nivel mundial. Similarmente, mencionan que el café es el segundo bien más intercambiando en el mundo, justo después del crudo de petróleo, sorprendente ¿no? Entendible, entonces, que la industria cafetalera sea una industria millonaria y en gran parte oligopolizada; sin embargo, nuestro consumo de café inicia mucho tiempo antes del momento en el que llegamos a una cafetería, a una tienda de conveniencia o a nuestra cocina y solicitamos o bien nos preparamos un delicioso y revitalizante café.


Business Insider (2020) ilustra en el video How Millions of Pounds of Coffee Are Processed At Hawaiian Coffee Farms el largo proceso que las cerezas del café deben seguir hasta llegar a convertirse en granos de café listos para molerse y volverse café soluble. Todo inicia desde la siembra, el riego y la espera, le sigue la cosecha y las múltiples enjuagadas y lavadas que los frutos reciben hasta ser seleccionados (casi naturalmente) para convertirse en café despulpado. Después, dicho café reposará una noche entera para luego ser trasladado a una máquina especial para su secado en la que pasará 24 horas hasta secarse por completo. Descansará y luego lo convertirán en un grano verde que en dado momento será tostado y así, finalmente, será un grano color café tostado.


Lamentablemente, aunque a simple vista pareciera ser un fascinante y complejo proceso, también es costoso y tardado. Requiere de bastante agua y es altamente contaminante para las cuencas hidrológicas cercanas a su lugar de producción (Fernández, Sotto, Vargas, 2020). Por esta razón, Jim Townley, quien alrededor del año 2000 comenzó a tostar café por su cuenta y posteriormente se sorprendió al ver la cantidad de energía que los tostadores especializados requieren, al igual que las altas concentraciones de contaminantes encontrados en las emisiones de estos mismos, decidió crear una máquina eléctrica tostadora de café que fuera más eficiente en su consumo de energía y que fuera casi libre de emisiones (Townley, 2013). Entonces, vale la pena preguntar: ¿por qué a pesar de que este tipo de maquinarias ya existen, los procesos de la industria cafetalera aún tienen una huella ecológica muy alta y, por consiguiente, costosa en todos los sentidos?


Para responder esta pregunta, es necesario señalar a grandes rasgos el estatus del mercado cafetalero en el que los tres principales países productores son: Brasil, Vietnam y Colombia, países del hemisferio sur, mientras que los tres mayores consumidores son: Estados Unidos, Alemania y Francia, países del hemisferio norte (Our Changing Climate, 2019). Cabe mencionar que la tercia de los consumidores más grandes de café está conformada por países cuyo Producto Interno Bruto (en 2019) a precios corrientes es de $21,433 billones de dólares, $3,861 billones de dólares y $2,716 billones de dólares respectivamente. Por otro lado, el PIB a 2019 calculado a precios corrientes de los países productores fue de $1,840 billones de dólares para Brasil, de $261,921 millones de dólares para Vietnam y de $323,616 mil millones de dólares para Colombia (Banco Mundial, s.f.).


Así bien, resulta evidente la diferencia entre sus respectivas capacidades económicas y productivas, al mismo tiempo que resulta creíble que “mientras el hemisferio norte continúe demandando (e importando) café a precios bajos, exportará las consecuencias ambientales y sociales de la producción a gran escala hacia los países productores” (Our Changing Climate, 2019). Afirmación que, aunque parece demasiado severa, tiene sentido si asumimos que dichos países tienen una cantidad elevada de demanda de café, misma que satisfacen mediante la importación a diversos países; por lo que es entendible que así como hay una cantidad elevada de demandantes, también lo hay de oferentes. Este hecho lleva a los consumidores a buscar precios competitivos mientras que a los oferentes los lleva a limitar sus ganancias y prácticamente a malbaratar sus bienes (en este caso, sus granos de café).


En este sentido, es observable la necesidad de eliminar las prácticas injustas (proliferadas y adoptadas alrededor del mundo) que perjudican a los productores cafetaleros, para adoptar prácticas de comercio justo que los beneficien, pues encima de lidiar con consumidores que buscan precios muy bajos, deben de intentar satisfacer la creciente y acelerada (de una manera casi impaciente) demanda. Esto último sin importar si cuentan o no con la tecnología necesaria para cumplir en tiempo, costo y cantidad con la cantidad demandada. Situación que ejemplifica perfectamente la mayor desventaja de la tecnificación pues genera expectativas irreales y en muchas ocasiones perjudiciales sobre los oferentes y la forma en que tienen que producir sus diversos bienes y servicios. Por ejemplo, exigimos disfrutar todas las mañanas de un café de alta calidad, cuyo aroma sea exquisito y cuyo precio no sea exagerado, mientras ignoramos el tiempo, esfuerzo y recursos que fueron utilizados para que el café de esa taza que saboreamos en menos de 10 minutos llegara a nosotros. A veces también ignoramos por completo el proceso que deben seguir los bienes que consumimos hasta convertirse en ese producto final y por eso, es necesario ahora hablar de los tipos de siembra de café que existen, pues allí es donde reside la principal respuesta a nuestra interrogante.


Existen dos formas de cultivo de café: al sol y a la sombra, y la principal diferencia entre estas, además de la adaptación artificial a la siembra a la que se debe someter el suelo, es el impacto que tienen sobre el medio ambiente. Las consecuencias de los sembradíos en sol (mismos que conforman la vasta mayoría de los cultivos cafetaleros) son variadas, desde daños al suelo y subsuelo, hasta daños a la salud física de los campesinos, pues de acuerdo con un artículo publicado en The Guardian, encargados de la siembra y cosecha presentaron afectaciones como dificultad para respirar y dolor de pecho, distintos tipos de urticaria e incluso defectos de nacimiento para sus hijos. Todo esto debido al uso de los pesticidas (Our Changing Climate, 2019), mismos que además, afectan a las localidades productoras (y a las aledañas a ellas) mediante la contaminación de las cuencas hídricas cercanas, hecho que “reduce permanentemente la posibilidad de recuperación de fuentes hídricas que resultan contaminadas con los desechos de pesticidas, aguas hervidas y mucilago” (Fernández, Sotto, Vargas, 2020).


En la contraparte, cultivar café en sombra, a diferencia del cultivo en sol, no genera erosión del suelo, contaminación química, degradación de la tierra ni deforestación por pesticidas (Our Changing Climate, 2019). Entonces, ¿por qué no todo el café es cultivado en sombra? Porque a pesar de ser un proceso altamente sustentable y con diversas ventajas como la mejora en la calidad del café, debido a las notas de distintos sabores que puede tomar al ser cultivado en la selva, también es un proceso más tardado a comparación del cultivo en sol. Y, ¿por qué no esperamos un poco si obtendremos mejor café y no impactará negativamente el medio ambiente? Porque la demanda mundial es inmensa y nosotros, la sociedad capitalista y moderna, no tenemos tiempo que perder y tampoco podríamos sacrificar nuestro consumo de esta bebida que a diario nos permite realizar nuestras actividades.


No obstante, no todo está perdido pues aún tenemos la oportunidad de informarnos al respecto, consumir café de sombra y comprarlo a productores locales para apoyar e incentivar la economía local, así como a los pequeños productores. Ahora bien, si no podemos vivir sin el famoso Nescafé, también podemos exigir a las grandes empresas transnacionales que dominan el mercado de alimentos y bebidas, que además de impulsar prácticas de comercio justo y de certificarse en ellas, promuevan el cultivo sustentable de café en sombra para que podamos satisfacer nuestras necesidades sin poner en riesgo las de las futuras generaciones.


Por estas razones difiero con Fernández, Sotto y Vargas (2020) quienes señalan que, para disminuir el impacto ambiental de la producción de café, es necesario que los caficultores conozcan las ventajas de implementar prácticas de desarrollo sostenible en sus procesos productivos, tales como la utilización de máquinas purificadoras de aguas residuales o de despulpado en seco; pues considero que la responsabilidad no debe recaer sobre ellos, sino sobre nosotros como consumidores. Podríamos empezar por dignificar la ardua labor de los caficultores y evitar regatear a los productores locales. También como ciudadanos podemos fomentar y exigir que existan una política y una economía ecológicas que prioricen la salud pública y medioambiental, el consumo de bienes de calidad y, sobre todo, el bienestar de la comunidad.



Referencias:

Banco Mundial. (s. f.). Los datos relativos a Brasil, Colombia, Viet Nam, Estados Unidos, Alemania | Data. Banco Mundial. Recuperado 18 de mayo de 2021, de https://datos.bancomundial.org/?locations=BR-CO-VN-US-DE

Business Insider. (2020, 15 noviembre). How Millions Of Pounds Of Coffee Are Processed At Hawaiian Coffee Farms | Big Business [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=kJvqg_lUaLo&feature=youtu.be

Fernández, Y., Sotto, K. D., & Vargas, L. A. (2020). Impactos ambientales de la producción del café y el aprovechamiento sustentable de los residuos generados. REVISTA PRODUCCIÓN + LIMPIA, 15(1), 93–110. https://doi.org/10.22507/pml.v15n1a7

Our Changing Climate. (2019, 20 diciembre). The true cost of coffee. [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=Dp8ol4RRRiA&feature=youtu.be

TEDx Talks. (2013, 18 diciembre). The Future of Coffee: Craft, Technology, and Sustainability: Jim Townley at TEDxVictoria 2013 [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=JBIAiWImeDg&feature=youtu.be

 

Fotografía: Blake Wisz en Unsplash

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