Nelly Marco
Las despedidas son rostros y olores diametralmente opuestos. Una vez despido a una golondrina y otra vez a un perro. Al parecer llena de adioses como estoy me veo, me veo no porque quiera, sino porque, cada rostro dejado en un aeropuerto, cruce de caminos o puerta, se vuelve en mí la corroboración de la presencia. Me despido una vez más para poder seguir y también retornar que jamás es a lo mismo; se regresa a otras manos a otro cuerpo así sea ese a quien he abrazado en la puerta del abismo.
Me resta en ese último abrazo
susurrar con vos cálida y decidida
un adiós
y la ventura.
Me quedo con la última mirada tras los espejos que nos separan
y con ella voy a la cama esa noche y la siguiente…
Después paulatinamente desaparece formulándose el deseo siempre real del próximo encuentro y así el próximo adiós, y así la vida puede verse en fragmentos de segundos que son el inicio y el fin el adiós y el retorno pequeño que en un día se agota y en otro vuelva a nacer.
Recurro a las palabras
para que sostengan mi corazón
y resguarden como sabia ingenua y virginal
la fuerza de las miradas que se cruzaron
y han compuesto esta extraña forma
de ser un gorrión y una marinera de puertos divergentes.
Fotografía: Mariana Costa Villegas
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