Moriana Delgado
Quién hubiera dicho que vivir en una distopía sería tan aburrido. En mis recuerdos desvelados, escribir ensayos para las clases de literatura era un tanto más emocionante que repetir casi el mismo día desde marzo, nuestro mes más cruel. De esas noches de licenciatura en vela, recuerdo con cariño las que dediqué a Rebelión en la granja (1945) de George Orwell, en parte porque la lectura y la extrapolación de la novela a la vida real me costaron una amistad viejísima, y porque esa distopía en particular era para mí una suerte de biblia con todo y tablas de la ley.
1. Ningún animal usará ropa
Últimamente sueño que estoy desnuda. Él está vestido, y nos miramos. Lo mismo cuando salgo a la calle en busca de helado de vainilla, y todos traemos los ojos de fuera, porque es lo único (no) impúdico que nos queda. A veces quisiera ser zuro —corazón de mazorca después de desgranada— o palomo silvestre, porque todo lo que anda en cuatro patas, o tiene alas, es amigo. En cambio, soy un blanco que, en vez de acotarse, me expande concéntrica.
2. Ningún animal dormirá en una cama
Cuando llegué a mi nuevo departamento, me di cuenta que no tenía sobre dónde dormir. No había un solo mueble, más que el refrigerador con gotas de comida arcaica que el dueño anterior dejó sin limpiar. No tenía licencia de conducir y no conocía a nadie que me sacara del pueblo al Walmart más cercano. Salí a caminar, a ver qué encontraba, y no muy lejos de casa, encontré una tienda de antigüedades en las que remataban un pequeño colchoncito relleno de pelo de caballo. Sólo cabría la mitad de mi cuerpo, pero la mitad del cuerpo es mejor que ninguna parte del cuerpo, y me lo llevé. Así pasé la primera semana. Durmiendo a medias, en una media cama.
3. Ningún animal beberá alcohol
Nos casamos en Facebook hace algunos años y desde entonces no nos hemos separado. Diciembre es nuestro aniversario, recuerdo, al entrar al Oxxo afuera de su unidad y encontrarme con los congeladores sellados, como si albergaran cuerpos empaquetados y no Tecates de 1.2 litros. Lo primero que hago al regresar a la ciudad es lo primero que él hace al regresar a la ciudad. Vernos. Compro una cajetilla de mentolados con sabor a naranja y me voy. Esto es la ley seca, una forma de estar deshidratado.
4. Ningún animal matará a otro animal
13 de septiembre
"Sólo porque una mosca muere", dice Marguerite Duras, "no decimos nada, no damos ninguna prueba, nada". Ayer llovió. J no responde. Es difícil saber cuándo llueve en esta casa. El techo no me corresponde, tampoco me responde. Hoy maté una mosca.
5. Todos los animales son iguales
Aquí ladran mucho los perros. Allá no. Sólo las cícadas, con ese gruñido de humedad del medio oeste. No sé qué es lo que nos hace mudar de dientes. Algo terráqueo— un pequeño aleteo atorado entre el mosquitero y el vidrio de la ventana. Desvisto mi yo de cuatro patas y salgo a la calle. Él está vestido, y nos miramos. Soy ninguna parte del cuerpo. Tal vez un techo, o una tienda de antigüedades. Las chicharras maúllan demasiado. Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
Fotografía de la autora.
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